Armar o desarmar

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Desde la edad de las cavernas el hombre ha vivido armado. Se armó de garrotes, escudos y piedras, y fue evolucionando conjuntamente con el avance de los descubrimientos y el paso a la edad de los metales, para armarse de cuchillos, espadas, lanzas y mucho más.

El armamento civil o militar ha sido una condición concomitante con el desarrollo de la humanidad, tanto así, que la industria armamentística es un negocio global que abarca la fabricación de armas, de tecnología y equipos militares. Incluye la industria comercial dedicada a la investigación, desarrollo, producción y servicio de material, equipos e instalaciones militares.

Un informe de AMNISTÍA INTERNACIONAL dice que “cada año se fabrican 12.000 millones de balas. Esa cantidad es casi suficiente para matar dos veces a todos los habitantes del mundo. Cada día, miles de personas son víctimas de homicidio, resultan heridas y se ven obligadas abandonar sus hogares a causa de la violencia por arma de fuego y los conflictos armados.

Ese mismo informe menciona que, “hace cinco años que está en vigor un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas que impone estrictas normas a la transferencia internacional de armas pero, aun así, el comercio internacional de armas sigue en aumento y continúa alimentando abusos contra los derechos humanos. Esto se debe a que algunos de los mayores exportadores de armas, como China, Rusia y Estados Unidos, no han ratificado el tratado. E incluso hay países que han ratificado el tratado y no lo cumplen.”

El incremento de los delitos en nuestro país, durante las últimas semanas, ha reactivado la polémica sobre el libre porte de armas para que la ciudadanía pueda defenderse de los delincuentes.

Surgen de inmediato los que están a favor y los que están en contra de esta medida puesta en el tapete de las discusiones. Pero también surgen algunas interrogantes sobre este escabroso tema.

Primero: ¿Cuántos ciudadanos estarán en la posibilidad de adquirir un arma, sabiendo que su costo no es tan insignificante?

Segundo: ¿Todos los ciudadanos estarán en la disposición emocional de comprar un arma y de usarla si se presenta la necesidad?

Tercero: ¿Si nos armamos todos o la mayoría, por lo menos, lograremos bajar los índices de violencia y los niveles de peligro ante la delincuencia?

Así, podemos seguir formulando preguntas pertinentes y oportunas frente al controvertido tema del porte de armas por parte de los ciudadanos; y, las respuestas serán muchas y muy variadas, con gran dificultad para el hallazgo de un consenso.

Pero, lo que sí queda bien en claro es que, el estado ha sido incapaz de cumplir con uno de los deberes constitucionales fundamentales como es el relacionado con la seguridad.

Entonces, en una clara visión pacifista pero ajustada a la realidad que vivimos, dentro de la cual, se hace preponderante el peligro y la zozobra; entre armar a la sociedad y desarmar a los delincuentes, la segunda opción es la más adecuada.

Las bandas que se sustentan con recursos derivados de actividades ilícitas, siempre estarán más y mejor dotadas del armamento que garantice sus acciones dolosas a costa de la vida de los ciudadanos comunes, dedicados al trabajo honesto.

El estado debe asumir su responsabilidad y proceder a limpiar la sociedad, de toda clase de armas obtenidas y portadas de manera ilícita por parte de los delincuentes que, parece que se organizan mejor que el mismo estado.

 

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